La altura de nuestros mandatarios locales queda reflejada en el logro de sus objetivos a tan cercanas fechas electorales. Todos buscan la consecución de grandes servicios para nuestras localidades que pasen a la Historia por tamaño e importancia en su elevada enjundia y su monumental trascendencia para los vecinos. No me refiero a obras y servicios que beneficien directamente al ciudadano, no. Para qué.
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Para qué queremos un hospital decente que ampare a los desvalidos habitantes de los valles pirenaicos. Para qué unos colegios de este siglo o alguna alternativa académico-laboral que no obligue a los jóvenes al abandono de las comarcas hacia las grandes urbes. Para qué unas comunicaciones con transportes económicos y bien enlazados o unas áreas deportivas modernas de uso vecinal y no sólo para turistas con billetes-que también-. Qué decir de unas calles sin obras electoralistas y desfasadas económicamente en vez de zonas donde poder convivir peatones y conductores sin arrasar aceras, plazas y rotondas ni enfermar de los nervios como si, Jaca y Sabiñánigo, sean esas capitales de las que huyen despavoridos los urbanitas que buscan el paseo vacacional entre pajaritos y verdes árboles.
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No, es mucho mejor centrar todos los esfuerzos en conseguir conjuntos espectaculares, excepcionales y únicos en Europa, que, eso sí, conllevan importantes subvenciones públicas y que otorgan gran publicidad mediática a nuestras ciudades. Para eso está el bolsillo del contribuyente, ¿no? Para crear miniaturas y maquetas. En fin, castillos de arena para alcaldes con cubito de plástico y pala de cazo que, a falta de verdaderas infraestructuras y servicios, consiguen que algún Ministro, Presidente o Consejero se haga la foto junto al Primer edil, sin pisar siquiera el adoquinado reciclado o el despavimentado asfalto de nuestras ciudades pirenaicas. Miniaturas y maquetas.
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