Por fin, uno de los ciclistas normales gana el Tour. Por fin uno de esos que no son escaladores natos, ni contrarrelojistas, ni saben esprintar, ni son unas máquinas rodando, gana el Tour. Por fin. Y me alegro un montón porque Carlos Sastre representa al ciclista sufrido, al que no va de estrella pero que sabe de lo que es capaz y lucha día a día por el triunfo. Por eso, ¡Olé tus cojones, Carlitos! Porque los del pelotón así lo llaman, Carlitos, ya que, como digo, representa al ciclista humilde y luchador. Al ciclista sacrificado y currante que pasa del epo y la nandrolona y confía en él mismo...Y sus cojones.
Hoy, escuchando la etapa en Onda Cero -como siempre el ciclismo con Ares-, me he enterado de que Carlos Sastre es de El Berraco , como Ángel Arroyo, y que su padre -Victor Sastre- formó una escuela de ciclismo - Fundación Provincial Deportiva- de la que han salido gente como él o "El Chava Jiménez"(que me parece que era su cuñado), o David Navas, Francisco Mancebo, Pablo Lastras, Francisco Tomás García “Curro”... Para que los jóvenes del pueblo no cayeran en la droga. Ver hoy a uno de esos chavales ganador del Tour de Francia es todo un éxito, pero además algo por lo que sentirse orgulloso en ese pueblo y que deberíamos reconocer todos.
No habrá autobús descapotable por La Castellana hasta Colón, ni habrá un "po-de-mos", pero esta victoria significa mucho más. Significa la lucha de unos padres contra el demonio, la lucha del deporte de base, de barrio o de pueblo para formar hombres y mujeres, ciudadanos y deportistas, personas que viven con humildad, profesionalidad y, además, éxito.
Por eso, ¡Olé tus cojones, Carlos Sastre! Y hacen falta muchos padres así...
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