15 marzo 2010

Una de toros en Cataluña



En la polémica suscitada estos días sobre la prohibición, o no, de las corridas de toros en Cataluña me está haciendo mucha gracia el argumento que los "animalistas" están esgrimiendo. Resulta que estos tipos, y tipas, y tipes, plantean como discurso que los toros tienen derechos y que estos bichos sufren mientras son lidiados, llegando a hablar de tortura.

Imagino que los toros sufrirán en la plaza, está claro, pero uno de los problemas es que el toro bravo, que es el que se lidia en las corridas de toros, es precisamente eso, bravo. Y lo es no por su genética natural sino por la actuación de la mano del hombre que es quien ha creado esta raza bovina para su uso y deleite, convirtiendo al manso en toro bravo al que torear y luego papear.

Los caniches, hamster, periquitos, peces payaso y demás bichejos que los humanos del siglo XXI compramos en las tiendas de animales son seres vivos sacados de su hábitat y domesticados para servir, entre otras cosas, al divertimento diario de sus dueños. Las condiciones de vida y trato de estos animalicos no se cuestionan por nadie. Quizá sufran, aveces hasta la tortura, y se vulneren sus "derechos" ¿No?

El otro problemilla es el de los "derechos" de los animales. Ni soy jurista ni zoólogo, pero no sé hasta qué punto los animales tienen "derechos". Porque hablamos de derechos otorgados por los humanos a, cuidado, algunos humanos ya que en toda sociedad humana se conceden o deniegan derechos según circunstancias. Ciertamente paradójico lo de no otorgar ciertos derechos a humanos y sí otorgar, presuntamente, derechos a los animales.

Vale está claro que, pese a lo expresado, un pensamiento racional actual nos llevaría a la comprensión lógica de que, no sólo los animales sino todo lo natural, por así decirlo, debe ser protegido. El maltrato animal no debe ser permitido. La deforestación y la contaminación deben ser problemas a solucionar. Los océanos deben ser salvados y el medio ambiente protegido. Estamos de acuerdo, pero eso no quiere decir que la Fiesta de los toros sea un acto de tortura animal que glorifica la violencia y el maltrato.

Quien lee este blog sabe de mi afición a la Fiesta, no es que sea el autor del Cossío, pero me gusta. No entraré hoy en su defensa cultural, ya que lo verdaderamente contradictorio en el discurso "animalista" que estos días escuchamos es que quieren prohibir los toros porque el animal se encuentra desprotegido en la plaza y sufre tortura y maltrato físico hasta su muerte y claro, eso es intolerable. Pero lo cojonudo es que los animalistas catalanes plantean que las fiestas de toros catalanas, los corre bous, deben ser protegidas y permitirse. Se ve que el bicho no sufre si parla catalá. Acojonante, ya ven ustedes cómo convertir en política una discusión que no debería serlo.


Corre bous en L'Ampolla


Corre Bous en Tarragona


En fin, si queremos que el argumento del sufrimiento animal sea válido deberemos entonces empezar por el nuestro, el humano y, luego, continuar con los animales, sea la fiesta catalana o murciana que manda huevos la cosa.

Así, como otras veces ya se ha hecho, deberíamos proteger a los humanos, mayores y especialmente menores de edad, que sufren un claro y grave riesgo para su integridad física en diversas fiestas y tradiciones que por nuestra piel de toro se desarrollan y que conllevan desprotección, riesgo, maltrato físico, psicológico o de obra, y que pueden ocasionar incluso la muerte. Ejemplos hay muchos, pero ya que la polémica se ha suscitado en Cataluña utilizaré una tradición puramente catalana: Els castellers.


¿Acaso no es mayor burrada que la de matar a un toro, en la forma que sea, la de hacer subir a unos cuantos niños a lo alto de una torre de varios metros de altura formada por personas y que se puede venir abajo en un momento? Las lesiones que pueden sufrir els castellers son muy serias; severos politraumatismos que pueden llevar a la muerte a mayores y, sobre todo, a menores. Los niños que suben al casteller lo hacen hasta arriba del todo, sufren el mayor riesgo y su caída será la más grave.

Me gustaría recordar aquí como en julio de 2007 un juez retiró el régimen de visitas de un padre a su hijo menor tras correr un encierro de los Sanfermines. Diligencias defendidas desde este blog. Así que si en su momento un juez retira el derecho, humano y no animal, de un padre a visitar a su hijo por irresponsable al ponerlo en peligro delante de unos toros, también debería aplicarse el derecho, humano y no animal, y actuar contra aquellos que ponen en grave riesgo a sus nenes cuando los obligan a subirse a una torre humana de no sé cuántos metros de altura, poniendo en peligro la vida de los menores y, además de su integridad física, la moral al sufrir el maltrato psicológico de ser, por tradición indiscutible, miembros de la colla que sus papás digan e impongan por pilotas.

Me gusta el ejemplo de els castellers porque los animalistas catalanes, y del resto de España, que no entienden la Fiesta nacional, es decir los toros, podrán entender qué sentimos los aficionados a la lidia de los cornúpetas cuando ellos admiren esas torres humanas que en los festejos de tierras catalanas representan una tradición de siglos atrás en la que se muestra la fuerza, el equilibrio, el valor y el juicio, es decir, las consignas máximas de els castellets. Elementos éstos representativos de la Fiesta Nacional, los toros, a los que debemos unir (para ambas tradiciones) un par de elementos fundamentales que provocan la afición al acervo: el arte y la emoción.

A mí, nunca se me ocurriría pedir la prohibición de els castellers, pero si prohiben los toros por el daño físico que sufren los animales se deberá prohibir también, siguiendo tal lógica, aquella fiesta en la que sufren daños físicos y psicológicos los niños. ¿No?

Unas fotos de cada tradición para comparar el arte, la plasticidad, la fuerza, el equilibrio, el valor, el juicio y la emoción de ambas fiestas...

Els castellers

No hay comentarios: